
Mi hermana se puso a llorar, aun es medio día, aunque el dosel es tan espeso que entra poco el sol. Recordé las lecciones de sobrevivencia que me había enseñado mi padre. Caminamos una hora mas, ya estábamos cansados y asustados. Ya pronto oscurecería, empecé a dejar señales con la navaja, rompí ramas gruesas y dajamos huellas en el lodo, en los troncos dejaba signos. Pronto llegará la noche y saldrán grandes animales, intentaba estar sereno pero en realidad estábamos muerto de miedo. Encendimos fuego para calentarnos. Estábamos cerca de una ceiba de enormes bambas, con unas varas golpeamos las bambas, toda la selva se llenará de su sonido y nos podrán localizar, golpeamos con todas nuestras fuerzas. Y de pronto se oyó un ruido de respuesta y volvimos a golpear con fuerza. Si no hay duda contestaban a nuestro llamado. De pronto nos vimos rodeados de unas diez personas que alumbraban con linternas. Regresamos con ellos. Les pregunte porque estaban tan cerca, y dijo que el chaman nos avisó y nos dijo la posible ubicación. Cuando regresaron la abuela se mejoro no se sabe si fue por el brebaje del Taita o por los nietos extraviados. El abuelo les dijo que la selva no es un juego, si en el día es peligroso la noche puede ser de vida o muerte.